XXXIX LA
TRAICIÓN
Me miraste con ojos de extrañeza;
advertí mil reproches en tu boca,
guardaste con la fuerza de la roca,
en tu pecho, el dolor y la tristeza.
Pesarosa,
moviste la cabeza
intentando creerme como loca,
sabiendo que verdad había poca
en mi pasión fingida a tu belleza.
Por el pálido albor de tu mejilla
se deslizó una lágrima furtiva,
como una gota de agua que se estira.
Y
comprendí de forma tan sencilla
que murió de tu amor la llama viva,
que sólo alimenté con la mentira.
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