LA CALLE DE SAN CLEMENTE
Andan enredados
por cuestiones políticas los unos y los otros, en un intento de borrar las
huellas de la historia quitando del callejero de los pueblos y ciudades los
nombres de aquellos hechos o personas que de alguna forma pudieran representar
o recordar la época de la España de Franco, sin entrar en consideraciones de si
esos nombres o personas tuvieron méritos suficientes como para merecer por sí
mismos el hecho o circunstancia que les hiciera acreedores a tener un monumento
o el nombre de una calle.
Los unos se basan
en esa gilipollesca ley de la “venganza” histórica que se sacó de la manga un
político del tres al cuarto cuyo abuelo según le habían contado murió bajo la
opresión franquista, cuando la propia memoria histórica averiguó que murió en
la lucha infraternal como un soldado más de los muchos que en ella tuvieron la
desgracia de participar tanto de un lado como del otro.
Al respecto vengo
a citar aunque no venga al caso con Segovia, el monumento que la localidad
cántabra de Santoña tiene dedicado a su hijo predilecto el almirante Carrero
Blanco mano derecha de Franco y que a nadie se le ha ocurrido ni destruirlo ni
quitarle el nombre. Otro tanto ocurre con otra localidad también cántabra, la
monumental villa de Comillas en la que siguen los nombres de la calle del
General Mola y junto a ella la plaza del Generalísimo, que da lugar al
chascarrillo de “cómo mola la plaza del Generalísimo, pero mola más la calle
del General Mola”. De hecho en otras
localidades de Cantabria como Ampuero, Liérganes y otras que conozco
siguen los nombres de personajes de la época de Franco que a nadie se le ha
ocurrido cuestionar. Hasta en la pequeña localidad también cántabra de Limpias
en cuya iglesia parroquial existe una bella imagen de Cristo, el famoso Cristo
de Limpias, del que siendo aún niño oía hablar a mi querido padre, en una de
las caras del religioso edificio sigue existiendo una lápida de blanco mármol
dedicada a los caídos en aquella cruenta guerra, en la que amén de otros,
figuran los nombres de cinco hermanos hijos del pueblo, que sería un atentado
quitar de allí y a nadie se le ocurriría hacerlo.
Y vengo ahora a
hacer referencia a lo que nos ocupa, como dice el refrán “a lo que estamos
tuerta que se van sin pagar”. Leo en mi dilecto Adelantado los escritos de unos
y otros paisanos míos que se vienen pronunciando en sus comentarios sobre el
posible cambio de nombre de la hoy Avenida de Fernández Ladreda que en mis
tiempos se llamaba simplemente calle de San Clemente; y me digo: quiénes hoy se
están pronunciando no por cuestiones históricas sino llevados por sus
ideologías políticas sobre el cambio de nombre de dicha Avenida ¿han conocido
lo que era la antigua calle de San Clemente, o piensan que siempre ha sido como
ahora es?.
¿Cuántos de los
que hoy vierten sus opiniones en nuestro diario, han conocido el herradero de
la bajada del Carmen, la taberna El Sotanillo, la peluquería de Juanín, la
taberna de Pichorra, Casa Agejas, Casa Ricardo, el taller de Torres, El garaje
de Albino, la ferrería de Horcajo, Transportes La Esperanza, la Iglesia de San
Clemente, el Convento de las Reparadoras y tantos otros nombres que con los
años han ido huyendo de mi memoria, y que mucho mejor que yo recordarán cuántos
de mi época han seguido viviendo en nuestra querida ciudad del Acueducto?.
¿A qué viene
querer cambiar el nombre de un personaje insigne que mucho hizo por Segovia
aunque fuera en la época franquista?. ¿Vamos a quitar del callejero a Andrés
Reguera Antón porque fue alcalde en aquella época?.
Cierto que nuestro
bimilenario acueducto bien se merece el nombre de una Avenida y ni siquiera
tiene el nombre de una calle, pero la auténtica Avenida del Acueducto por su
longitud y por ser la entrada a la ciudad desde el oeste no podría ser otra que
la antigua Carretera de Boceguillas a la que pusieron el nombre de Vía Roma sin
venir a cuento, pues aunque todos los caminos llevan a Roma, no la Carretera de
Boceguillas.