LA LEY DE LA
REVANCHA HISTÉRICA
Lo
inventó aquel nefasto gobernante al que llaman Zapatero, el peor gobernante de
la Historia de España desde Fernando VII, queriendo tomarse la revancha basada
en el hecho incierto de que su abuelo fue una víctima del régimen franquista,
cuando la historia ha venido a demostrar que lo que decía no era más que una
falacia.
Ahora 80 años después de aquellos hechos que
llevaron a España a una guerra civil, los revanchistas vienen a vengarse de
aquellas personas que de alguna forma destacaron durante aquella larga etapa
aunque no tomaran parte en forma alguna en la contienda, sólo por el mero hecho
de haber vivido en ella, quitándoles los nombres que les fueron asignados a muchas calles de distintas
poblaciones, para sustituirlos por nombres de otras personas, muchas de ellas
desconocidas y sin mérito alguno que les pueda hacer acreedores a tener su
nombre en ninguna calle, distinción que en mi modesta opinión sólo debe quedar
reservado a aquellos hijos preclaros de
cualquier lugar, ciudad o pueblo.
Flaco favor le hacen a su pensamiento
ideológico, y a su corta inteligencia el hecho de atribuir nombres de calles a
personas anodinas y sin mérito alguno contraído con su ciudad, para ser distinguidas
en ella asignándoles el nombre de una calle.
Permisible podría considerarse el cambio si
los nuevos nombres no les fueran atribuidos a otras personas por el mero hecho
de ser opuestas a aquel régimen, pues en definitiva no dejan de seguir recordando
aquella etapa y los vestigios de aquella guerra.
Más
lógico sería, huyendo del sectarismo y revanchismo dar a esas calles los
nombres de plantas, flores, pájaros, animales, accidentes geográficos, nombres
de ciudades, continentes, estrellas, en lugar de dárselos a personas de la
época franquista pero de la ideología contraria, pues por mucho que se empeñen
quiénes lo hacen, seguirán recordando la guerra civil y el régimen franquista.
Esos comisionados que han sido designados a
dedo por quiénes hoy ostentan el poder administrativo en determinados lugares,
pueblos o ciudades, no buscan en el cambio de nombres más que el revanchismo
salido de su sectarismo de pensamiento ideológico.
Queríamos democracia, eso es lo que tenemos,
cuando el sentido de democracia no es comprendido y asumido por quienes
gobiernan.