EL CHARCO
A UN GORRIÓN QUE
VOLÓ A BEBER AGUA EN EL CHARCO
Llegó
un gorrioncillo al charco
desde
lo alto de su rama,
sediento estaba de amores,
más
que sediento de agua.
Metió
el pico cuatro veces
en
el charco de agua clara,
su
sed sació en cuatro gotas;
sació
su sed con el agua;
y
despegando del suelo
y
desplegando sus alas,
en
un corto y leve vuelo
volvió
de nuevo a su rama.
Yo
noté, cómo, a la espera
una
pajarilla estaba
y
dándose ambos el pico
bajaron
a beber agua.
Y
juntando sus cabezas,
en
los dinteles del alba,
se
contaban sus amores,
bebían
y se miraban.
Bebieron
cuatro gotitas
en
el charco de agua clara;
después
se fueron volando
y
no volví a saber nada.
A UNA PALOMA QUE
BAJÓ A BEBER AGUA EN EL CHARCO
Llegó
luego una paloma
a
beber agua en el charco,
y
no supo mi persona
si
era hembra o era macho.
Paloma,
¿de dónde vienes?
le
pregunté preocupado;
¿de
dónde vienes, paloma
a
beber agua a este charco?.
Pues
no vengo de muy lejos,
me,
dijo, vivo aquí al lado,
en
un palomar muy viejo,
que
hay bajo aquel tejado;
pero
allí no tengo amores,
ni
agua tengo en otro lado;
sólo
tengo sinsabores
desde
que se fue mi amado.
Por
eso, cada mañana,
vuelo
desde mi tejado
a
refrescar mi garganta
con
el agua de este charco.
A UN PERRO QUE
LLEGÓ A BEBER AGUA EN EL CHARCO
Después
vino al charco un perro,
pelo
ralo, amarillento
color
de paja mojada;
al
charco llegó sediento
y
con hambres atrasadas,
husmeando
en una bolsa
que
alguien dejo allí tirada.
¿Tú
de dónde vienes, perro,
a
beber agua a este charco?.
Vengo,
señor, de muy lejos;
es
mucho el camino andado.
Se
fueron de vacaciones
apenas
llegó el verano
y
yo me quedé en la puerta
como
un perro abandonado.
Le
di un mendrugo de pan
y
vino a lamer mi mano;
le
hice luego una caricia
y
noté, como, a sus ojos
llegaba
la flor del llanto.
¿Te
quieres venir conmigo?,
Le
pregunté emocionado,
y
cuando eché a caminar,
se
puso junto a mi lado.
Yo
también estoy muy solo,
eso
pasa con los años,
pero
no quisiera verme
como
un perro abandonado.
A UN HOMBRE QUE LLEGÓ
Y ROMPIÓ EL CHARCO
La
luna se asomó al charco
con
su cara plateada,
dibujando
una sonrisa
de
mocita enamorada:
y
vi al gorrión en el árbol
acurrucado
en su rama;
y
también a la paloma
en
su alero cobijada;
y
vi al perro que, contento,
su
gran cola meneaba;
y
hasta, soñando despierto,
soñé
loco con mi amada.
Después
llegó como el viento,
en
un caballo infernal
con
las pezuñas de acero,
el
hombre que, violento,
despedazó
en un momento
aquel
charco de cristal;
y
al gorrión, y a la paloma
y
al perro que, descontento,
dejó
de mover la cola.
Y
hasta mató la sonrisa
de
la luna, con su carro,
y
las aguas cristalinas
se
convirtieron en barro,
haciendo
añicos los sueños,
matando
las ilusiones
que
nacieron en al charco.