viernes, 27 de enero de 2017

CLAMORES JAZZ



                                      UNA VELADA INOLVIDABLE

 Anoche fue para mí una velada inolvidable, me reencontré con la música y la danza; actuaba mi querida nieta DIANA RIVAS genial “bailaora”, en el marco incomparable de la Sala CLAMORES JAZZ, en la calle de Alburquerque nº. 14 del madrileño distrito de Chamberí, junto a la Glorieta de Bilbao.
 Organizaba el evento el incomparable grupo musical TRÍO GIBELÉ, compuesto por un virtuoso de la guitarra, una fenomenal cantante y un extraordinario batería que daba ritmo y sonido a todo el conjunto.
 No me explico cómo hubo un desdichado que dijo que la música era el menos molesto de los ruidos, escuchando a este conjunto nada más lejos de aquella aseveración, pues dieron gusto y satisfacción a las más de cien personas que acudieron a presenciar el espectáculo, demandando una y otra vez que lo siguieran prolongando.
 Con independencia del trío que organizaba el concierto, con su música moderna, nueva,
desfilaron por el escenario, invitados por el TRÍO GIBELÉ, otros y otras virtuosas de la música y la danza, como fueron un Trío de metal: trompeta, trombón y saxo, una magnífica flautista, dos guitarristas de lujo, y la ya citada DIANA, espectacular “bailaora” que con su juventud y su arte, encandiló a todos los presentes.
 Actuar en la Sala CLAMORES JAZZ, es un lujo para los actuantes, pues no en vano esta Sala lleva siendo durante muchos años la Sala por antonomasia de la música de JAZZ, siendo la más conocida por no decir única de Madrid, y extendiéndome un poco de toda España.
 Por ella han desfilado los más importantes valores musicales del JAZZ a nivel mundial, dando nombre y renombre al local en el que venían a actuar.
 Y a propósito del nombre de la Sala CLAMORES, me gustaría hacer notar en esta breve crónica la connotación que dicho nombre tiene con la Tierra Segoviana, ya que su nombre es el de un aprendiz de río que naciendo soterrado en el barrio de San Millán, llega hasta el de San Marcos para ir a entregarse al Río Eresma, caudal segoviano por excelencia, bajo la quilla de ese navío anclado en la roca que es el Alcázar de Segovia, en las inmediaciones del Santuario de su excelsa Patrona la Virgen de La Fuencisla y juntos huir por San Pedro Abanto; “se nos va el Eresma por San Pedro Abanto, se nos va el Eresma, se nos va llorando”, para unirse a las aguas del padre Duero y llegar hasta el mar Atlántico, donde el Clamores se hace grande.

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