domingo, 21 de febrero de 2016

EL APRETÓN DE MANOS



                                                    EL APRETÓN
                                                    (A P. Sánchez)
 Suelo dar a mis escritos algún título que, de alguna manera, pueda resultar jocoso y al mismo tiempo dubitativo, que pueda empujar al lector a pensar: ¿qué querrá contarnos este tío en un escrito con semejante título? y la curiosidad le empuje a leerlo.
 Puede haber lectores que piensen: lo del apretón puede ser por las ganas que alguien tenga de aligerar la barriga; pues tampoco estaría equivocado, ya que según están las cosas en el ambiente político de España, más de uno se está giñando en los gayumbos y otros están a punto de reventar para llenarlo todo de mierda, de más mierda de la que ya nos están llenando algunos partidos políticos que siguen optando por  enmerdarlo todo.
 Cuando, y hace ya de esto 30 años, los españoles votamos en referéndum cambiar el sistema de gobierno de nuestro pueblo y elegimos mayoritariamente regirnos por un sistema democrático, aparentemente, al menos aparentemente parece que se borraron los odios, las rencillas y venganzas entre los que perdieron y los que ganaron aquella guerra civil que los que la vivimos y sufrimos, estábamos dispuestos a olvidar de por vida.
 Y en esa convicción hemos estado conviviendo durante años, siendo gobernados por partidos de diferente ideología política, tanto de derechas como de izquierdas, hasta que llegó al gobierno de la nación un visionario que no vivió la guerra civil, que no sufrió sus consecuencias, que no se molestó en estudiar el por qué ni el por qué no de la misma, y basándose en que uno de sus abuelos murió en aquella guerra luchando en el bando de los que la perdieron, envenenado por sus ansias de  revanchismo vino a resucitar el odio entre ganadores y perdedores, reventando la convivencia, la armonía y la paz que habíamos estado viviendo hasta que él llegó al gobierno de la nación y entre sus logros se inventó lo de la ley de “venganza histérica”.
 ¿Y qué tiene que ver toda esta perorata con el apretón y con la situación política del momento y el hecho de que llevemos ya casi dos meses con un gobierno en funciones, y sin visos de que en las próximas fechas podamos tener un gobierno estable?
 Fácil de entender. Tenemos un seudo líder político del PSOE a cuarenta escaños de distancia en el Parlamento del actual presidente del Partido Popular que, engreído porque a falta de algo mejor ha sido designado por el Jefe del Estado para poder ser investido por la Cámara Baja presidente del Gobierno, ha citado al Presidente en funciones, al que en repetidas ocasiones ha intentado humillar con sus continuas negativas a parlamentar con él, al que ha estado ignorando continuamente, al que ha dedicado palabras insultantes, cuyos insultos han llegado a todos y cada uno de sus votantes, al que tras sus repetidas negativas de reunión, ha citado en las dependencias del Congreso, cuando el protocolo habría sido ir a visitarle a la sede del gobierno, y al que en su ignorancia de lo que significa tender la mano a una persona, se la tiende a quién en tantas ocasiones ha humillado, esperando que se la estreche con un apretón.
¿Es que, en su ignorancia, no sabe lo que significa un apretón de manos?
 Como castellano viejo que soy, conozco el valor que en la Vieja Castilla tiene el apretón de manos. Cierra y sella un trato porque hay acuerdo, y ese apretón de manos tiene tanta validez como pueda tener cualquier documento escrito.
 ¿Para qué me tiendes la mano si no quieres nada conmigo, si me has estado negando el pan y la sal como un niñato engreído porque los de tu partido te han encumbrado a un lugar que no te mereces?. ¿Para qué me das la mano si no estamos de acuerdo?.
Repites como un loro que representas la política del cambio y el progreso. ¿Dónde está ese progreso si en tu partido hay tantos corruptos como en el otro, y los sigues manteniendo en sus filas?.
 Recuerdo aquella gran película que se titula ¿Más grande será la caída? ¡Pobre Pedro Sánchez! Vas a caer sin haber sido encumbrado, como el Ídolo de barro. ¡Pobre España!    

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