MACHADO EN SEGOVIA
Llevo unos días en
Segovia, ¿y qué tiene eso que ver con el gran poeta? se preguntarán algunos. No
es que trate de aleccionar a quiénes no lo sepan, porque servidor sabe poco de
la vida de don Antonio amén de haber leído muchos de sus poemas y de manera
especial sus “Campos de Castilla”, que siempre me han impresionado, pero en
cuanto a cómo era, físicamente hablando, cómo se conducía, cómo caminaba, si se
apoyaba o no en un bastón o en un cayado o garrota, la verdad es algo que poco
conozco, porque nadie de los que estaban a su lado lo han escrito o lo han
contado por intranscendente, pero que podría haber sido relevante en cuanto a
su figura física se refiere.
Lo cierto es que
el genial poeta pasó por Segovia, la bella Segovia, pasó y se quedó y en ella
estuvo viviendo al menos durante siete años, siete años que estuvo de profesor
de francés en el Instituto de segunda enseñanza de esta hermosa ciudad.
Vivía nuestro don
Antonio en una casita con un pequeño jardincillo en el barrio de la Judería, y
se cuenta que en los fríos inviernos segovianos, cuando la nieve se adueñaba de
calles, tejados, parques y jardines, el poeta solía mantener abiertas las
puertas de los balcones de su vivienda y cuando su patrona o dueña de la misma
le preguntaba el por qué las mantenía abiertas con tanto frío como hacía en el
exterior, él la respondía: es para que se vaya el frío del interior.
Hoy, después de
tantos años como estuvo residiendo en Segovia, don Antonio Machado tiene una
escultura en bronce en la Plaza Mayor, a las puertas del casi centenario Teatro
Juan Bravo, escultura en la que se le representa envuelto en un gabán apoyándose
en un bastón y con el más publicitado, aunque no tan leído, de sus libros
“Campos de Castilla” en su mano izquierda, escultura de más o menos 1,90 metros
de altura, que no sé si se identifica con la estatura del poeta.
Y todo lo
anteriormente escrito viene a cuento porque, a la sazón, la mencionada
escultura viene siendo objeto de las más burdas burlas o vejaciones que se les
puede ocurrir a algunos de los muchos turistas o visitantes que vienen a
Segovia, más atraídos por su gastronomía que por su cultura.
En unas horas de
observación que estuve sentado a la mesa de una de las terrazas de los muchos
bares y restaurantes establecidos en la Plaza, he podido presenciar cómo, un
mozo de más o menos la estatura de la estatua le pasaba el brazo por el hombro
y le besaba en la frente mientras se dejaba retratar por un amigo Poco después
otra persona le colocaba en torno al cuello una bufanda con los colores de un
equipo de fútbol; otra le ponía un sombrero de paja, uno más le pasaba la mano
por la cabeza y lo que ya es el colmo de la zafiedad, en la penumbra de las
sombras del crepúsculo, cómo un asqueroso marrano, dejaba soltar los detritus
de los vinos trasegados durante la tarde a los pies de la escultura, dejando su
hediondo olor.
Y fue entonces
cuando me pregunté, ¿a qué iluminada mente se le ocurrió poner la escultura de
tan insigne poeta a la altura del pueblo cuando él estaba muy por encima de esa
cultura popular?
Hoy la estatua de Machado
se ha convertido en el monumento de Segovia más fotografiado por la gente, a la
par que el más vejado
No hay comentarios:
Publicar un comentario