REFRANERO
CASTELLANO
Hoy va a ir la
cosa de refranes, de esos refranes con retranca de los que cuajada está la
vieja lengua castellana y de los que el insigne don Miguel de Cervantes echaba
mano para ponerlos en boca de sus grandes personajes don Alonso de Quijano y su
fiel escudero Sancho. “Cosas veredes, Sancho”.
Vengo a suponer,
tal vez sea un craso error mío, que por aquella región española del nordeste en
la que chamullan otra jerga distinta del resto de España, no alcancen a
averiguar y menos a comprender el contenido filosófico del refranero castellano
en el que cada refrán viene a ser una sentencia, aunque ello no es óbice para
que su contenido no les pueda ser de aplicación a determinados homínidos
políticos de aquel trozo de España en el que ellos moran o habitan y ejercen o
han venido ejerciendo su despótico y abusivo poder político en perjuicio del
pueblo.
Y vengo a traer
aquí una breve relación de la muy larga lista de refranes castellanos que
vienen a tener relación con un antes y un después de un alto cargo en el
gobierno de Cataluña, hoy venido a menos al haber sido descubiertos sus negros
tejemanejes dinerarios abusando del poder de sus cargos políticos y metiendo la
mano en el cajón.
Y vamos a comenzar
por: Quien mucho habla, mucho yerra; Por la boca muere el pez;
De tal palo tal astilla; De raza le viene al galgo . . . ;
Puta la madre, puta la hija, puta la manta que las cobija; Dime con quién andas.
. . ; Piensa el ladrón que todos son de su condición; Siéntate a la puerta de
tu casa y verás pasar el cadáver de tu enemigo; El que la hace, la paga; Hay
más días que ollas; No hace tantas la zorra como pague en una hora; No la hagas
y no la temas; Cuando las barbas de tu vecino veas pelar . . .; El que a hierro
mata, a hierro muere, seguiríamos hasta lo indecible pero, para muestra un
botón.
Todos estos
refranes y muchos más pueden ser de aplicación a todas aquellas gentes
engreídas que por alguna circunstancia han venido a ocupar altos cargos, en la
vida pública o privada y que han utilizado sus puestos para medrar, para
enriquecerse ilícitamente, para avasallar a los demás, para
venganzas personales, hasta que llega el día en el que son descubiertas sus
andanzas, sus trampas, sus fraudes, y entonces les empiezan a temblar las
carnes, y les vienen grandes los pantalones porque se están giñando en ellos.
No vamos a dar
nombres pero hay muchos y todos conocidos a los que el primer castigo que les
cae es que la Sociedad, sus amigos, sus avasallados, les empiezan a dar la
espalda, y el mundo entero les empieza a llamar por su auténtico nombre,
LADRÓN.
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