jueves, 8 de noviembre de 2018

VOLVER


VOLVER



Tengo que volver, hay que volver;

porque ya está trazado mi camino,

porque en ti empecé

y a sus inicios vuelve el retorno de las vidas;

y no podré borrar el camino de regreso

al fin de la existencia.

Y una lluvia de estrellas marcará mi sendero

cuando los pasos ya no se oyen

y los gritos son silencio

y se quedan en el polvo varados los cuerpos

por la senda del retorno a lo infinito

entre la nube parda del recuerdo,

cuando los ocres del tiempo van pintando

de nívea blancura nuestras sienes

y la ceniza de los años nos acerca

a la leve pavesa del silencio,

sepultando las nostalgias

en los oscuros campos del averno.

Entonces quiero estar allí,

para aspirar de nuevo los olores de la infancia,

porque siempre hay que volver

donde las vidas empiezan; y regresar

para pisar de nuevo los guijarros,

y sentir otra vez la nieve de sus aguas en el río

donde fuiste niño en el silencio.

Para embriagarse del aroma del pan recién cocido

y de la leche agria de los pechos

en el horizonte rojo del ocaso;

para oler el aroma de los pinos,

con sus copas escondidas

en las grises guedejas de las nubes

entre los tules invisibles de los cielos

mientras los demás se van, siguen huyendo

buscando otros caminos, sin saber que al fin,

también les llevan al regreso.

Mi senda está trazada,

me espera la cuna de mi pueblo,

con los ojos clavados en los riscos

de la Sierra de mis sueños

y tengo que volver sin más remedio

antes que la noche de la muerte caiga

y se mueran las estrellas y se borren los senderos

y se inunde de tinieblas la luz de los luceros,

y me lleven, me arrastren allí sin decir nada,

millones de pies mudos en trágico silencio

y no pueda ya volver porque antes haya muerto.

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