EL
TORO DE TORDESILLAS
No se trata de
escribir o manifestar algo aprovechando el oportunismo del momento en el que
ocurre un suceso que pueda convulsionar a la opinión pública.
En lo personal ni
soy partidario ni contrario al espectáculo tan español de las corridas de
toros; soy de opinión de que a quién le guste que vaya y a quién no le guste se
abstenga de ir, siempre respetando la libertad de opinión y de gustos de unos y
otros.
Hubo alguien, hace
años, que dijo aquella barbaridad de que hay gentes que van al circo esperando
ver el momento en se cae el trapecista; pues igualmente hay gentes que van a
las corridas de toros esperando ver la cogida porque es cuando se consuma la
tragedia, aunque igualmente sea una tremenda barbaridad pensarlo.
Pero con
independencia de estas divagaciones mías, procuro situarme siempre en defensa
del débil que, en el caso de todos los festejos taurinos es el toro. Véase mi
romance “Elegía al toro bravo”, que hace algunos años escribí, y que alguien
defensor de los animales, colgó en Internet, cuando el Internet, el Google o el
Facebook no habían llegado a las manos de los miles o millones de usuarios que
hoy lo utilizan y que una asociación anti taurina utilizó como crítica a los
festejos taurinos, aunque mi intención al escribirlo no era otra que la de
ensalzar la figura y el trapío del toro bravo.
Mas de cualquier
forma y, estando en defensa del toro, hemos de establecer una gran diferencia
entre el enfrentamiento del hombre y el toro en las corridas, que el
enfrentamiento, que no es tal, porque no pasa de ser más que una brutal
persecución de la bestia por todo un pueblo, agazapado entre los árboles,
encastillado en los caballos, armados con largas lanzas que les protege en la
distancia, de un animal que no embiste porque no está criado para la lidia,
sino que huye asustado por la multitud al encontrarse aislado y lejos de su
hábitat natural que es el campo, y que para más inri ha sido despojado de sus
defensas naturales, al haberle sido cortada parte de su cuerna y manipulada
para que no hiera, y para que su cornada no alcance el cuerpo del hombre.
¿Dónde está la
valentía y la hombría de esos perseguidores que le martirizan a lanzazos?. ¿Dónde
está el arte y el valor de esa persecución que eufemísticamente han dado en
denominar “torneo”, nombre que nada tiene que ver con esa alevosa persecución
de un toro.
Este año le ha cabido el honor de asesinar al toro de la
Vega a un valiente tordesillano apodado el “Cachobo”, vaya honra que le cabe de
valiente.
Aún con estar
totalmente en defensa del animal, hay que establecer la gran diferencia que
existe entre la lucha de un toro en los ruedos y esa vergonzosa persecución del
animal por todo un pueblo. En los ruedos se miden frente a frente, de tú a tú,
la fortaleza, el instinto del animal para alcanzar al torero, con la astucia y
la valentía de éste, cuya única defensa es esconderse o taparse con un trapo,
una franela con la que le hace ir y venir, cansándolo, engañándolo hasta que lo
doblega y lo lleva a la suerte final.
No es mi intención
descalificar con epítetos alevoso a la gran mayoría de vecinos o habitantes de
Tordesillas, ellos solos se descalifican a sí mismos, que no a la antigua,
coronada, leal y nobilísima villa que tantos títulos de nobleza ha sabido
cosechar a través de la historia y que ahora por la decisión de unos
gobernantes que no se merece, que no saben qué hacer, que no saben gobernar está
siendo tachada de bárbara en el mundo entero con sus atávicas costumbres que
han estado dormidas durante siglos y que se han recuperado para mal en aras de
la libertad..
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