viernes, 2 de febrero de 2018

LOS VECINOS


                                                      LOS VECINOS

 En este Madrid de mis amores donde hace ya más de cincuenta años que vine a aposentarme, procedente de la serranía de mi segoviana tierra, van pasando los días lentamente como si no quisieran empujarnos al otro lado, y así día a día, semana a semana, nos vamos haciendo mayores cada minuto, cada hora que pasa.

 ¡Vaya descubrimiento!, dirá quién esto lea; lo cierto es que Madrid parece y a veces lo es, una ciudad inhóspita para los que no viviendo en ella, llegan procedentes de otras ciudades más pequeñas en las que todos se conocen y se saludan al cruzarse por la calle.

 En Madrid entras en el Metro y todo el mundo va callado, subes al autobús y ocurre lo mismo, parece no existir comunicación entre los vecinos, muchos de ellos nos conocemos por vivir en el mismo barrio, sus rostros nos pueden resultar hasta familiares, pero como no nos conocemos no nos decimos ni ¡hola! ni ¡adiós! al coincidir en los medios públicos de transporte o al cruzarnos por la calle. Alguno se preguntaría ¿quién será éste que me saluda sin conocerme?

 Cuando todos éramos más jóvenes apenas reparábamos en nuestros vecinos; salíamos de casa deprisa y corriendo, nos metíamos en el coche para dirigirnos a nuestro lugar de trabajo distante, a veces, varios kilómetros del barrio al que volvíamos para pernoctar tras haber pasado toda la jornada fuera de él.

 Han pasado los años, la edad nos va acercando a todos al mismo sitio, y con esa edad nos va llegando la necesidad de comunicarnos unos con otros, aunque durante años no lo hayamos estado haciendo.

 Hoy con esa madurez que da la senectud, vamos necesitando que nos digan ¡hola! y ¡adiós! nuestros vecinos, y ya en el autobús que nos lleva a nuestro barrio, coincidimos a las mismas horas con las mismas personas y con un cordial saludo entablamos conversación sobre cualquier cosa aunque sea sobre el tiempo.

 ¿Qué ha cambiado?. La edad, esa edad que nos ha ido dando sabiduría, haciéndonos  olvidar los prejuicios o reparos que en otro tiempo tuviéramos para conversar con los vecinos, y nos damos cuenta de que la vida de los mayores a los que el tiempo les ha ido dejando en soledad, al haber perdido ya a sus seres queridos, se hace mucho más agradable cuando al pasar por la calle tus vecinos te saludan y hasta pronuncian tu nombre; y entonces te dices a ti mismo: Tú no les conocías, pero ellos sí te conocían a ti.

 Estas infantiles y sencillas reflexiones, me han dado pie para improvisar un soneto dedicado a mis vecinos; la magia de la poesía está en que se pueda resumir en 14 versos,   lo que no se ha sabido explicar en un folio. ¡Viva la amistad!. Y ahí va el soneto

              MIS VECINOS

 Los veo envejecer junto conmigo           

habitan como yo en el mismo barrio,

al cruzarnos, saludo rutinario:

¡vaya usted con Dios!, que Él sea contigo.

 Los años han pasado; y al abrigo

de la edad, con un porte estrafalario,

los veo ya andar lentos a diario,

como ando yo también, querido amigo.

 En otro tiempo apuestos y arrogantes,       

al cruzarnos, ningún saludo había,

metidos en los trajes elegantes.

 Con el tiempo las cosas han cambiado

nos ha dado la edad sabiduría,    .

y el saludo al cruzarnos, obligado.


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